Mea culpa

*Publicado en El Norte el 24 de octubre del 2014

Vaya sorpresa que me llevé al regresar a Monterrey después de varios meses de residir en el extranjero.

Me topé con una ciudad de calles llenas de grietas y baches, inundadas con anuncios cuyo único fin es el proselitismo político.

Me encontré con que el Estado tiene una deuda de casi 60 mil millones de pesos acumulada sólo en este sexenio y con una clase política que justifica esta deuda exuberante como un mal necesario para Nuevo León.

Al llegar y ver la noticia de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos se desvaneció aquella imagen del “Mexican Moment” que le atribuían hace un año al Gobierno federal con bombo y platillo a nivel internacional.

Pensé: ¿qué le está pasando a nuestra ciudad, a nuestro Estado y a nuestro país?

Casi en automático creí haber encontrado la solución: es culpa del Gobierno. De esa bola de corruptos, tramposos y egoístas que hoy por hoy están más preocupados por su campaña política que por nuestro país.

Pero estaba equivocado. No es culpa del Gobierno. Es culpa nuestra.

Es culpa nuestra porque no sólo le hemos abierto el camino hacia el Gobierno y el poder a gente cuyo principal interés no es el bienestar del País, sino porque nos hemos vuelto cómplices de ellos.

Tomemos el desenlace de la Ley de Protección contra la Exposición al Humo del Tabaco en nuestro Estado.

Como publicó EL NORTE, a pesar de que ésta prohíbe fumar en áreas que no estén al aire libre y sin ninguna barrera, dueños, empleados y clientes de restaurantes, casinos, bares y antros deciden violar diariamente la ley sin remordimiento alguno.

“Aquí todos fumamos y nadie dice nada”, expresó una cliente de un casino.

Éstas son las reglas del juego bajo las que jugamos: todo mundo lo hace y nadie dice nada.

Lo aceptamos como una verdad inalterable y nos convertimos en cómplices.

¿Cuántas veces hemos escuchado frases como “ni modo, así funcionan las cosas en México” o “el que no transa no avanza”?

Peor aún, ¿cuántas veces en el extranjero hemos festejado con orgullo la “picardía mexicana” al ver a un mexicano saltarse la fila, crear ingeniosamente una manera para eludir a la autoridad o inclusive ser razón de vergüenza tras realizar una broma de mal gusto como detener un tren bala?

“Tenían que ser mexicanos”, es común escuchar.

Porque así somos el grueso de los mexicanos: corruptos, tramposos y egoístas. Por eso la culpa no es del Gobierno, sino de todos nosotros que nos hemos coludido con el propio Gobierno.

Porque para cada corrupto hay quien lo corrompe.

¿No queremos cumplir con la ley antitabaco? No hay problema, se arregla con una “propina” al inspector.

¿No tenemos el número de cajones necesarios para nuestro establecimiento? No se preocupen, siempre se puede arreglar “por fuera”.

¿No tengo dónde estacionarme? No importa, me estaciono en el lugar de discapacitados, de todos modos no me tardo y nadie lo está usando.

Quizás valuamos nuestras acciones como insignificantes en un mar de corrupción, cuando en realidad estamos alimentando el fuego con oxígeno.

Nos convertimos en parte de esa cadena de corrupción que termina con ofrecer un Gobierno incompetente que construye vialidades de pésima calidad, que se endeuda sin invertir esos recursos o que es incapaz de garantizar la seguridad de estudiantes.

Por esto es que nosotros también tenemos las manos manchadas de sangre y mientras no cambiemos nuestra mentalidad y conducta, México no va cambiar.

Porque de nosotros depende el tener una ciudad ordenada, con vialidades de calidad y que brinde seguridad a sus habitantes.

Como lo mencionó Luis Donaldo Colosio Riojas en una carta en el 2012: “Qué ilusos somos todos al pensar que México necesita héroes, si lo único que le hace falta es la atención de sus ciudadanos”.

No necesitamos ser revolucionarios ni necesitamos ser extraordinarios. Sólo necesitamos hacer lo ordinario de la manera que se merece México: con honestidad y empatía.

El panorama es complicado, pero hay esperanza.

Hay esperanza porque existen mexicanos que buscan cambiar las reglas del juego.

Personas como aquellos restauranteros que, a pesar de ver una disminución en sus ingresos, acataron e implementaron la ley antitabaco.

Como aquellos hombres y mujeres de negocios que entienden que sus empresas son más que un medio de generar ingresos y son capaces de transformar vidas.

Como aquellos estudiantes, trabajadores, profesionistas y amas de casa que diariamente buscan hacer lo ordinario así, de una manera ordinaria.

Como aquellos gobernantes que a pesar de enfrentarse a un sistema corrompido, siguen trabajando con honestidad y por el bien del País.

En nuestras manos está.

Published by

Eugenio Garza

Buscando un mejor México.

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